El gran Xulio Formoso me ha hecho un regalo que siempre llevaré en la web y en el corazón: una evocación de Nadie muere en Zanzíbar con este autor de intrépido personaje de novela.
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¿Qué puedo decir? Que ahora formo parte de la legión de escritores que han sido bendecidos con la magia de este artista inigualable y generoso. Soy inmortal. O, al menos, así me siento hoy. Orgulloso, muy orgulloso. Y lleno de gratitud.
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