La noticia ha provocado mi estupor y no quiero pasarla por alto. Facebook ha retirado de la cuenta del Museo de Arte Contemporáneo Patio Herreriano (Valladolid) una fotografía firmada por Willy Ronis, muestra de una exposición sobre este extraordinario artesano y artista. Se trata de un desnudo, como imaginaréis. Arriba os ofrezco un fragmento de la instantánea.
La medida, propia de los automatismos de control que funcionan en la red o de la supina ignorancia del vigilante moral de la plataforma, equivale a censurar un cuadro de Julio Romero de Torres o una de las cartas de Joyce a Nora. Podría extenderme con una retahíla de improperios, pero no soy proclive a las palabras malsonantes. Podría afirmar con rotundidad que me borro de este sitio web, timorato y exhibicionista al mismo tiempo, pero no figuro ni he figurado jamás en él.
Tras dedicar un instante a decidir cuál ha de ser mi venganza, concluyo que la mejor manera de enfrentarse al desmán consiste en contar quién es el gran Willy Ronis y poner mi granito de arena a la difusión de su abundante obra.
Ronis, según relatan los entendidos, nació en París en 1910. Era hijo de refugiados lituanos. Su padre abrió un estudio de fotografía en Montmartre; su madre impartía clases de piano. De joven, soñaba con ser compositor. Pero, en 1932, al regreso del servicio militar, se vio obligado a hacerse cargo del negocio familiar por la enfermedad de su padre. He ahí el origen de todo. Para los que no han oído hablar de él, añadiré que fue el primer fotógrafo galo en ser contratado por la revista Life.
Un par de frases de Ánxel Grove resumen con trazo grueso su calidad y su ética: «Allí donde Henri Cartier-Bresson dictaba cátedra, queriendo hacer de cada foto un ensayo teórico, Ronis prefería vincularse. Donde Robert Doisneau meditaba en el rendimiento económico de la foto que acababa de hacer, Ronis vagaba con su mirada de turista eternamente sorprendido».
Pinchad sobre cada uno de los rectángulos y podréis contemplar los trabajos de Willy Ronis a un tamaño aceptable.
Reservo, para el final, dos imágenes imprescindibles. La primera es un autorretrato. Ronis jugó con la luz, con la (im)postura del artista y con su propio sentido del humor. La segunda es mi favorita.
Como habréis apreciado, es fácil caer en el embrujo de estas fotografías. Hasta un censor de Facebook lo haría con toda seguridad. Ronis disparó su cámara hasta los 85 años. Llegó a decir que no se separaba de ella ni para salir a comprar el pan. Murió el 12 de septiembre de 2009, a un paso de la centuria, pero pervivirá en esa inmensa colección de imágenes maravillosas. Algunas de ellas, unas cuantas muy especiales para mí, se conservan entre los renglones de mis libros.
Comentarios