Un beso para la Historia

Desde el origen de la fotografía, el «homo imagens» (homo imago en publicaciones oficiales) se percató del interés por inmortalizar en un rectángulo de papel especial los grandes acontecimientos de la Historia y las pequeñas gracias de la vida.

De cuando en cuando, una de esas imágenes constituye la intersección de ambos conjuntos, al poder encuadrarse en ambos. El 14 de agosto de 1945 el fotógrafo Alfred Eisenstaedt retrató, en Times Square, a un marinero estadounidense besando a una joven mujer vestida de enfermera durante la espontánea celebración de la victoria sobre el país del sol naciente. Habían transcurrido sólo cinco días desde la tragedia de Nagasaki.

 

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Las fotos tomadas por Eisenstaedt fueron noticia y portada en la revista Life pocos días después, quedando para siempre en la memoria de la humanidad.

 

Qué mejor recuerdo para poner la palabra fin (The End) a tan desastroso periodo (1939-1945) de la Historia que un disparo… de Leica que revela un beso.

Los festejos por el aniversario de aquel glorioso beso se han sucedido desde entonces. Cualquier motivo es bueno para un beso como Dios manda. En 2005, para conmemorar el sexagésimo, John Seward Johnson II esculpió en bronce una versión de casi 8 metros de altura que tituló Rendición incondicional. La imagen de cabecera de la entrada la recoge.

Alfred Eisenstaedt trabajó para la revista Life desde 1936 hasta 1972. Murió en agosto de 1995, medio siglo después de su paseo por Times Square. Su larga carrera profesional quedó resumida en una instantánea poderosa, símbolo de la grandeza del hombre tras haber perpetrado las más aborrecibles bajezas.

Ser recordado por un beso. No existe mejor reconocimiento.

1 Comentario

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