Strat Cartró es Àngels Figuerola, una artista con unas manos prodigiosas, capaces de arrancar los mejores sentimientos del papel maché.
Hace veinte años me topé con dos figuras suyas, una niña sacada de la lejana posguerra y un crío vestido como los antiguos payeses. Me enamoraron. Fue un flechazo a primera vista. Deseché la idea de tener una de estas maravillas por problemas de espacio y por ese pudor que me caracteriza cuando de gastar dinero en algo lúdico se trata. Cosas de mi prusiano aprendizaje.
El tiempo no menguó mi interés. A primeros de año, mi mujer me dio las clásicas dos noticias parejas, una buena y otra mala. La buena era que había encontrado los muñecos en el escaparate de una tienda de ropa. La mala, que no tenían la más mínima intención de deshacerse de ninguno de ellos. Comenzó ahí una búsqueda en internet que culminó con el hallazgo de la web http://www.strat-cartro.com.
Resultó que el amigo que tanto deseaba era el producto de Àngels y se llama Peret. Una criatura de sesenta y ocho centímetros de altura que su creadora guardaba en la memoria como recreación de un personaje de un libro de su infancia.
Peret lleva ya conmigo unas semanas y podría decirse que, a mi edad, he dado con el compañero de aventuras literarias que buscaba sin saberlo. No está mal, considerando que el anterior lo extravié en mi época de estudiante en los Salesianos de Triana, sin haber alcanzado los ocho años. Claro que, en mi defensa, diré que este viejo amigo era invisible.
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