Todo comenzó con la imagen de arriba. Dos cincuentones se enamoran de Agnes viendo Gru, mi villano favorito (Desplicable me). Cómo no hacerlo, es una niña adorable, con las dosis justas de inocencia, travesura, capricho y bondad.
De ahí a fijar mis sorprendidos ojos en esa raza de superhéroes conocida como MINIONS mediaba un paso. Paso que di, por supuesto, cayendo rendido a la evidencia. Baste ver este puñado de imágenes para entenderme.
Inmediatamente, surgió el pensamiento clásico en un humano no especialmente inteligente, refrendado por un rótulo que ya figuraba en la red: quiero un minion. Quiero, en realidad, todos los minions. Mi vida sería más fácil y divertida con un ejército de minions.
…
Más tarde, mucho más tarde, reflexioné. Hay algo mejor que tener un minion; ser uno de ellos. Ser el colaborador que amarga la existencia al villano con sus sencillos golpes de ingenio, con su capacidad para el juego con cualquiera que se ofrezca. Sin distinción de género, sin sometimiento a las modas, sin más pretensiones que el trabajo bien hecho, dé o no los resultados previstos.
9 agosto, 2015 a las 1:51 am
estos minons son de lo mejor
11 julio, 2015 a las 5:27 pm
Me alegra ver que un sesudo autor aprecia las maravillas aparentemente infantiles.