Si, como afirma David Lodge, el mundo es un pañuelo, ¿es posible relacionar, mediante simples movimientos de peón de rey, los nombres que figuran en el siguiente recuadro?

Aldous Huxley
(escritor)

Leonard Cohen
(escritor y cantante)

Eyeless in Gaza
(grupo musical)

Fernando García Calderón
(ferroviario)

Respuesta       no… Bueno, no enteramente. Pero, ya que ardéis en deseos, os contaré qué lazos tangibles hay entre esos personajes, a todas luces merecedores de una de vuestras sonrisas.

Yo conocí a Aldoux Huxley a la bonita edad de 15 años, en una investigación clandestina. Examinaba los libros de bolsillo que guardaba mi padre en la estantería fea de la casa cuando me topé con uno de la editorial Rotativa verdaderamente llamativo.

Contornos (116) Un mundo feliz

A brave new world comenzaba así: «Un edificio gris, achaparrado, de sólo treinta y cuatro plantas. Encima de la entrada principal las palabras: Centro de Incubación y Condicionamiento de la Central de Londres, y, en un escudo, la divisa del Estado Mundial: Comunidad, Identidad, Estabilidad». Comunidad, identidad, estabilidad; un lema que suponía una declaración de intenciones. Nunca había leído nada que oliese mínimamente a eso que llaman Ciencia Ficción. Huxley me enganchó. Y seguí leyéndolo. Los escándalos de Crome; Arte, amor y todo lo demás; ContrapuntoCiego en Gaza.

Ciego en Gaza. Había leído, por supuesto, del Sansón bíblico y su ceguera en Gaza tras la traición de Dalila. Aquel título, sin embargo, resultaba sonoro y fascinante. Como fascinante era que hubiese sido escrito en 1936. Su lectura vino a coincidir en el tiempo con la canícula del agosto sevillano. Mataba las siestas devorando a Huxley y escuchando la radio. Una tarde presentaron un disco de un tipo canadiense de nombre Leonard Cohen. New skin for the old ceremony, se titulaba.

Contornos (116) New skin

Un vinilo altamente recomendable. Resultó, para mi sorpresa, que Cohen era no sólo escritor y poeta, sino también novelista. Leí con fruición El juego favorito y conseguí un valioso préstamo de otra obra, en inglés: Beautiful losers.

Con esos antecedentes, terminé la carrera universitaria, hice unos cuantos amigos y fortalecí la cercanía con un antiguo compañero —Gayo, admirable no sólo por el apellido—. Juntos visitábamos el Rastro madrileño los domingos y adquiríamos cintas de casete que un loco grababa con discos imposibles de conseguir. Una de aquellas mañanas festivas de 1984, acudimos al puesto del tipo de las gafitas, con pinta de científico nazi, a la búsqueda de Closer, de Joy Division. Ante mis pupilas dilatadas distinguí el nombre de un grupo del que lo ignoraba todo: Eyeless in Gaza.

Pronto me encontré en la tesitura de hacerme como fuese con todas las obras de aquellos dos tipos que tocaban una música que nadie se hubiese atrevido a clasificar y que hoy en día denominan «post punk + new wave». Eso y nada… Entonces ya contaban con un puñado de álbumes, pero mi interés se centró en un LP que iba acompañado de un 12″ de regalo. Caught in flux era el disco. ¿Adivináis el nombre del regalo? The eyes of beautiful losers.

Contornos (116) The eyes of beautiful losers

A estas alturas, ya sólo nos falta meter con calzador el cuarto de los nombres del recuadro de arriba, el ferroviario. En el libro Sedimentos en un pantano, escrito al alimón con Eulalia Banda, figura el relato breve Ojos de hermosa vencida. Un texto que lleva una dedicatoria explícita:

A Martyn Bates y Peter Becker.
Yo también fui ciego en Gaza

Una vez publicado el libro, me arrepentí de no haber incluido a Aldous Huxley y Leonard Cohen en aquel reconocimiento. Hoy, al fin, satisfago una deuda pendiente desde hace más de una década.

Y, para terminar, completo la cadena de relaciones de la mejor manera posible. Tuve un problema con el título de mi cuento. La traducción literal de «loser» me llevaba a un «perdedor o perdedora» que no encajaba con mi idea argumental. Finalmente, me decidí por ese Ojos de hermosa vencida que he mencionado. Tiempo después, supe que la editorial española Fundamentos había publicado en 1975 la novela de Cohen. Javier Sainz y Susan Hendry, los traductores, plantaron en su portada lo que empezáis a sospechar.

Contornos (116) Los hermosos vencidos

El mundo es un pañuelo.