Hace unos días, una perspicaz lectora me formuló una pregunta relacionada con la estrategia del autor novel para acceder al arduo mundo editorial y conseguir la publicación de una obra.
Parto de un axioma incuestionable: a pesar de mis diez libros y de mi trabajo a lo largo de veinte años y cinco sellos editoriales, soy un autor novel. Porque entiendo que el salto de novato a experimentado, en el contexto del mercado editorial, sólo se produce cuando se tiene la «garantía» de sacar en forma de libro impreso cualquier proyecto literario que uno se proponga. Y ése no es mi caso.
Aclarado este punto de partida, mi contestación a la pregunta fue poco meditada. Tras reflexionar sobre ella, me ratifico.
«Mantén la calma y sigue adelante» es el único consejo universal que se me ocurre para un escritor que brega por abrirse camino. Una frase para un cartel propagandístico, concebida en Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial y que no vio la luz en su momento. No fue hasta el año 2000, tras ser descubierto en la preciosa librería de segunda mano Barter Books, localizada en Alnwick, Northumberland, en el noreste de Inglaterra.
La sensación de un aspirante a la publicación convencional es la del astronauta que se enfrenta a un vasto universo sin cordón umbilical de ningún género. No es abarcable y, como poco, ofrece un horizonte distante y misterioso. La única manera de afrontar el viaje, descartando eso que llaman suerte o la aparición celestial de un mecenas, consiste en no perder nunca el rumbo, dosificar los recursos disponibles y resolver las dificultades a medida que se vayan presentando.
Es una travesía que nadie ha recorrido antes, porque sólo existes tú y tu circunstancia en ese espacio que sólo tú respiras, y con seguridad surgirán adversidades, rechazos justos o injustos, dudas y… silencio. Lo peor, con diferencia, es el inabarcable y sobrecogedor silencio, la espera de meses entre una señal tuya y la pertinente respuesta de alguien. Tu tiempo y el de una editorial no siguen los mismos patrones de medición. El tuyo se computa en días; el de ella, en eras.
Conclusión: mantén la calma y sigue adelante. Vale para un roto y un descosido. Para soportar los bombardeos de los nazis y para acabar una maratón. Vale para no desesperar viendo y leyendo lo que llega a las librerías, para soportar los misiles de cinco líneas de una y cien editoriales.
En una ocasión, un hombre de muchas letras, editor español de prestigio, me dijo que si recibía la clásica carta con el elusivo «lo sentimos pero, a pesar de la calidad constatada, su novela no encaja en el proyecto editorial que venimos desarrollando», no dudase en recurrir al efecto bumerán si estaba totalmente convencido de la bondad de mi texto. El efecto bumerán se basa en el simple cambio de título a la obra y la devolución de ésta a la misma dirección postal. Él aseguraba que el manuscrito seguiría una ruta distinta, dada la organización y tamaño de las multinacionales de hoy en día, con lo que la posibilidad de que el dictamen final fuese favorable existía realmente. Tal era y es la subjetividad del proceso de evaluación.
Lo dicho, mantén la calma, la fe en ti mismo y… sigue adelante.
Comentarios