En diversas entrevistas, me han preguntado por una regla que cobra inusitada importancia en Yo también fui Jack el Destripador. La regla 42. A los aficionados a los números y sus interpretaciones seguramente les gustará la siguiente explicación, extraída de la propia novela.
La regla 42 procedía del capítulo 12 del primer libro de Alicia. La lee el rey de corazones: “Todas las personas que midan más de una milla tienen que abandonar la sala”. Siempre supuse que Carroll ridiculizaba la intransigencia de quienes pretenden la expulsión de los que se distinguen entre la vasta mayoría. Él mismo, sin ir más lejos. La explicación de Scribe, sin embargo, se alejaba de esta visión más o menos poética. La logia de la Aurora había magnificado la importancia de esos dos dígitos en la literatura y en la vida de Carroll-Dodgson. Alicia en el País de las Maravillas contaba con cuarenta y dos ilustraciones de Tenniel, distribuidas en doce capítulos. A través del espejo repetía el número de capítulos y mostraba cincuenta ilustraciones del mismo dibujante. No había que ser una lumbrera en matemáticas para hilar aquellas cifras. Scribe se acercó a la pizarra, tomó la tiza y escribió:
12+12= 24, un “anagrama” de 42
50= 42 + 4×2
No quedaba ahí la cosa. Silvia y Bruno consta de veinticinco capítulos. En realidad, por su naturaleza, veinticuatro más uno. El último, el de conclusión, sabe a despedida para iniciados. Habla de las obligaciones del día del asueto religioso, de judíos y cristianos, del programa de actividades para esa jornada. De estudio de dos a cuatro. De la esencia de cosas esperadas, del indicio de cosas no vistas. “¡Mira hacia el Este! Sí, ¡mira hacia el Este!”. Hacia el Este. ¿Qué sugiere mirar? ¿El amanecer?, ¿la aurora tan dorada? ¿O el Este que marca el final de una ciudad como Londres, su East End? Silvia y Bruno cuenta con cuarenta y seis ilustraciones. Como su secuela, La conclusión de Silvia y Bruno, que también coincide en el número de capítulos. Según los anales, Silvia y Bruno se publica un 13 de diciembre. Carroll recibe las primeras doce copias de La conclusión un 24 de diciembre. La obra ve la luz el 29.
46= 42 + 4
13 + 29= 42
En este último libro, el capítulo vigésimo quinto se titula Vida por muerte, interpretado como la vida que emana de su pérdida. No creo preciso añadir un comentario. Usted mismo lo relacionará con los sucesos de Whitechapel.
Charles Lutwidge Dodgson permaneció en Oxford desde el 24 de enero de 1851 hasta el 23 de diciembre de 1897, que parte hacia Guildford para no regresar. No llegó a cuarenta y siete años, se quedó en cuarenta y seis. Enfermó el día 5 y entregó su alma el 14. De haber resistido tan solo trece días más, habría cumplido los sesenta y seis. Aquí Scribe amplió notablemente el tamaño de sus números.
23 + 5 + 14= 42
66= 42 + 24
No se detuvo ahí. Una vez que hubo acabado con la obra de Carroll y la vida de Dodgson, pasó a los asesinatos del Destripador. Tomó las edades de las víctimas y algunos otros datos que concurrían en aquellos acontecimientos, agitó la coctelera de los números y obtuvo variantes de todo género que culminaban en la aplicación de la regla 42. La edad de Kate Eddowes, por ejemplo, que había cumplido los cuarenta y seis años antes de su horrible crimen. La de Polly Nichols, la primera víctima, cuarenta y dos. O la de Mary Jane Kelly, la última, presumiblemente veinticuatro.
La pizarra quedó plagada de sumas, multiplicaciones y restas. Scribe acabó con una rápida enseñanza de la numerología, que busca interpretar el carácter y los hechos de una persona mediante cifras.
—El cuarenta y dos se asocia a preeminencia. Privilegio por méritos demostrados. Y, para méritos, los de Carroll —dijo con satisfacción—. Honestidad, altruismo, conciliación, arte, mística, amistad, lealtad… Es recomendable, sin embargo, que el agraciado con ese número viva solo. El amor no está hecho para él.
—¿No me dirás que el interés de la Aurora Dorada en Carroll procede de un mensaje propio de una revista de ecos de sociedad? —salté.
—No, proviene del Apocalipsis. En el capítulo dedicado a la bestia, se cita el 42.
—Ya. Capítulo trece, versículo cinco. Diósele asimismo una boca, que profiere palabras llenas de arrogancia y de blasfemia, y fuele concedida autoridad para hacerlo durante cuarenta y dos meses.
(Páginas 228-230)
Para aquellos que piensen que les he destripado la novela, diré que ni mucho menos. Lejos de mi propósito estaría que esta obra, de intriga victoriana, se resolviese en una simple y prosaica regla numérica. Por muy relevante que sea y por muy hermosa que nos parezca la combinación del 4 y el 2.
10 mayo, 2015 a las 11:28 pm
Soy una seguidora de Lewis Carroll desde pequeñita, pero no me imaginaba que la regla 42 tuviese tantas implicaciones. Me has ganado para la causa. Estoy deseando leer tu libro aunque Carroll no salga bien parado.
9 mayo, 2015 a las 11:56 am
Jo, Fernando, esta regla 42 abruma. ¿Te inspiraste en Martin Gardner para encontrar tantas muestras de la regla?
18 mayo, 2015 a las 1:02 pm
Conozco algunos trabajos de Gardner, pero no consulté nada suyo para escribir el texto de arriba. Fui tirando del hilo y me quedé con la madeja en la mano.