No era fácil asociar un cuadro a una idea tan repelente como la que, en el fondo, se expresa en el texto que cierra mi último volumen de relatos: La mañana que salió de casa.
Necesitaba un pintor rotundo, que supiese mostrar la violencia sin caer en lo trivial. Guillaume Bresson ofreció todo eso en una pintura inspiradora, que aportaba las dosis justas de originalidad, tenebrismo y fuerza desgarrada. Y todo ello en una obra que carece de título y que, a decir verdad, no precisa de ninguno porque habla por sí misma.
Guillaume no posee página web ni he podido localizar una que responda a su trabajo de manera integral. Localizar una breve reseña en Wikipedia es sencillo. Internet, además, proporciona imágenes de un puñado de las extrañas escenas, cargadas simultáneamente de un movimiento desaforado y un estatismo que simula la fotografía de un cámara con buen ojo. Los personajes no posan. Actúan al margen del pintor. Y éste se empeña en captar el momento crucial de su acción.
Hay en Guillaume algo que lo aproxima a la grandeza de los pintores renacentistas y barrocos, y que, al tiempo, lo define como el más moderno del panorama actual. Nuestro Caravaggio de ahora mismo. No es poco, especialmente si tenemos en cuenta que hablamos de alguien que nació a comienzos de 1982. Yo titularía esta entrada, si quisiese ceñirlo a un eslogan
Guillaume Bresson, la violencia estática
25 octubre, 2015 a las 10:37 pm
Añade, por favor, algunas pinturas más. Este pintor es poco conocido pero increible
29 octubre, 2015 a las 7:18 pm
Siento el retraso. Siendo la mayoría tan oscuras, quería obtener reproducciones de buena resolución.