Tras mi descenso en picado sobre los llamados “one-hit wonder”, regreso a una pieza que forma parte de mi pequeña historia musical. Se remonta a una época en la que aún no me había independizado, a principio de los 80 (del siglo anterior), y mis estudios nocturnos eran amenizados con una panoplia de canciones grabadas de una radio de rabiosa marginalidad.

  • Grupo         Endgames
  • Pieza            First-Last-For Everything

Endgames es el nombre que los ingleses reservan, en ajedrez, para los finales de partida. Baste decir esto para entender mi atracción inmediata por un grupo escocés completamente desconocido, del que lo único que sabía es que había sido telonero de Simple Mind.

Formados en Glasgow por David Rudden (cantante), Paul Wishart (guitarra y saxofonista) y David Murdoch (teclados), llegarían hasta un sexteto de corta trayectoria. Su primer sencillo data de 1981 y su segundo y último larga duración ve la luz en 1985.

De todo lo escuchado de esta banda, puedo decir que lo mejor, con abisal (que parece más impactante) distancia, es First-Last-For Everything, el sencillo que le abrió puertas en 1982 y les permitió publicar Building Beauty en el sello Virgin.

 

Contornos (162) Endgames. First last 1

Contornos (162) Endgames. First last 3

 

 

 

 

 

 

 

 

Con una letra más bien pobre, su estribillo —en cambio— resulta un lujo de voces bien armonizadas que viene a repetir con medida insistencia que tú eres lo primero, lo último, todo, para todo (en román paladino: principio, fin y lo de en medio, para lo que encarte).

 

You’re first, you’re last
You’re everything, for everything
You’re first, you’re last
You’re everything, for everything

 

Para los incrédulos que piensen que no es posible lograr que esas palabras funcionen en el contexto musical de inicios de los 80, les dejo el enlace a YouTube donde pueden escuchar la versión club del 12 pulgadas editado en su día.

 
Contornos (162) Endgames. First last 2

 

Los avances de la electrónica ya permitían, en aquella época, combinar un piano eléctrico y un bajo en una acción rítmica que da paso a esa voz decidida, sin tregua, provocando nuestro apetito musical. Son 4:34 minutos de puro placer lujurioso. Y, aunque hay quien asegura que la versión de la Peel Session de 1982 los supera, me cuesta creerlo.