Recibo una llamada de mi editorial que me dice que La judía más hermosa “funciona como un tiro”.

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Traducción: se está vendiendo bien, más que bien. Es la primera vez que escribo un libro que “funciona”, y siento un no sé qué… La crítica siempre —tocaré madera— fue favorable. Ya, pero a quién le importa la crítica, repone mi primo el Nueves, sagaz como pocos. Aquí lo que cuenta es que el puñetero tocho se agotó en dos centros de El Corte Inglés, en la Fnac, en la Casa del Libro, en los puestos de periódicos de las estaciones de Atocha y Chamartín, en el Carrefour y en la papelería del barrio.

Por un momento pienso en los libros como pequeños mecanismos de relojería. Puedes construir una miniatura soberbia, ejemplo de pulcritud, estética y engranaje. Puedes ganarte las alabanzas del mayor seguidor de Cronos. Pero… si no funciona, ¿qué? No da la hora, claro.

Resulta que he escrito seis libros que no dan la hora e, inocente de mí, yo tan campante. Ahora tengo uno que hasta posee alarma. O, dicho más fino, llamadas de atención. Aquí va la última:

“Sevilla, 19 Ene. (Europa Press) – Corsarios de Levante (Alfaguara), del escritor Arturo Pérez-Reverte, continúa siendo la novela más comprada por los sevillanos por sexta semana consecutiva […] En esta línea, el séptimo lugar fue para Isabel Allende con Inés del alma mía (Areté), mientras que la octava, novena y décima posición la ocuparon John le Carre con La canción de los misioneros (Areté), Fernando García Calderón con La judía más hermosa (Algaida) y Nick Hornby con En picado (Anagrama)”.

Y yo me pregunto, ¿resta valor al mecanismo no informar de la hora? Tal vez el origen del defecto se halle, simple y llanamente, en que nadie se molestó en darle cuerda. ¿Es, pues, tan importante? Para las editoriales sí lo es, pues saben dónde quieren llegar y quieren hacerlo en punto.

Moraleja: será verdad lo que apunta Armas Marcelo en el ABCD de la semana del 13 al 19 de enero al referirse a la denominada novela histórica. “El panorama de ese subgénero se ha popularizado tanto que hasta ciertos editores reclaman y aconsejan a sus mejores autores que escriban una.”

Arrastrado por el caudaloso río de las modas, de poco sirve remar a contracorriente. Al menos me queda un consuelo. Nadie me “sugirió” embarcarme con la judía más hermosa. Lo hice por propia voluntad, seducido por su inteligencia y donosura, deseoso de disfrutar del placer de su compañía.

Ah, también me queda una constatación: hay un montón de lectores que pasean por los rincones del metro o de su casa una obra mía. Espero ansioso sus impresiones. Vaya por delante mi gratitud.