El martes pasado, día 24 de mayo por más señas, estuve en el Ateneo de Madrid. No es un lugar que frecuente. Suelo sentirme incómodo respirando Historia, quizá por mi alergia a los ácaros del polvo. Mereció la pena.
Llegué a la hora en punto, tras una carrera sólo comparable a las de mi época dorada de corredor de fondo, soledad incluida. Mereció la pena.
Me pasé los cincuenta y cinco minutos que duró la presentación del libro —Teoría de la luz— en una butaca de culo bajo, quitándome el sudor de la frente y la nuca. Mereció la pena.
Escuché a un poeta. Y me gustó. Siento no poder aportar un testimonio sonoro. A falta de pan… ahí dejo uno de sus poemas.
El desembarco de los ángeles
Los ángeles regresan sigilosos como un gato en la noche.
Ya están aquí. Secreta, dulcemente van cayendo
sobre las calles.
Hola,
majos,
os veo
plegar la luz, sacudiros el tiempo de las alas.
Hace
frío,
¿verdad?
De riguroso incógnito, es decir, no invisibles, ajenos
a su poder, definitivamente humanos
—ah,
pillines:
sé quiénes sois,
sé a lo que habéis venido—
… se disponen a tomar la ciudad.
Eduardo Fraile vive en Valladolid, de espaldas al ruido de la “cultura”. Teoría de la luz es su décima obra.
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