Una imagen, una ilustración, puede establecer un vínculo entre dos seres humanos. Casi siempre que ocurre se debe a que han compartido un momento relevante en la vida de ambos. Las personas, como los replicantes de Blade Runner, suelen ser amantes de los objetos que estimulan el recuerdo y, en especial, de los retratos.
Para un escritor, las imágenes fijan ideas, conceptos, escenas incluso, que llevar al papel o a la pantalla del ordenador. El dibujo de arriba representa el famoso Dispensario de Stone Town, en Zanzíbar, en una época anterior a la restauración. Si os paráis a observar el dibujo por un momento, apreciaréis que el edificio aparece, remozado, en la portada de Nadie muere en Zanzíbar.
Algo así, que acontece por casualidad, inmediatamente me lleva a indagar sobre la mano ejecutora. En este caso, se trata de Miguel Navia, un madrileño que no tenía el gusto de conocer. Con numerosos trabajos en su haber para libros, revistas y periódicos, es un joven artista con un gran dominio de la tinta china.
Algunas de las láminas anteriores forman parte de un libro, editado por Reino de Cordelia, que cuenta con ochenta páginas cuajadas de blancos y negros al servicio de un urbanismo muy particular. Se titula Chueca.
Basta con admirar su portada para descubrir el nexo que cierra el círculo abierto entre un Miguel Navia que no tengo el gusto de conocer y este autor que no le sonará de nada al virtuoso ilustrador. El prólogo lleva la firma de mi admirado amigo Óscar Esquivias y, como todo lo que sale de su pluma, merece la pena leerlo.
Os dejo el enlace a la editorial.
Colección: Literatura
Ilustrador: Miguel Navia
Prólogo: Óscar Esquivias
Páginas: 80
Formato: 21 x 25 cms. Tapa dura con sobrecubierta
Precio: 18,95 €
ISBN-13: 978-84-15973-27-0Allí podéis descargar el pdf con las primeras páginas de este hermoso libro.
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