En el diccionario de la Real Academia de la Lengua, la entrada «crash» carece del significado onomatopéyico que solemos atribuirle. De hecho, remite a la acepción dos de crac (caída repentina e intensa de los mercados financieros). Una pena.
Crash, con mayúscula inicial, representa mucho más que una onomatopeya o un uso mercantilista. Crash es el mejor contraejemplo a esa regla tan difundida que viene a decir que un buen libro jamás dará una buena película.
James Graham Ballard (J.G. para los amigos) publicó Crash en 1973, logrando una obra transgresora, que se apresuraron a etiquetar como literatura posmoderna. En esencia habla de la necesidad de emoción en personas solitarias que lo tienen casi todo. ¿Una fantasía? Morir en una colisión frontal con la actriz Elizabeth Taylor. El más primitivo impulso sexual asociado a la reciente afición por las máquinas y sus hierros retorcidos. Conocido por sus distopías, Ballard en esta ocasión se muestra realista. Desatar la libido mediante un peligro y su consecuencia. Parafraseando malamente un conocido chiste, no me excitan los coches, sino la posibilidad de destrozarme fundiendo carne y chapa a gran velocidad.
Vaughan murió ayer en un último choque. Mientras fuimos amigos había ensayado su propia muerte en numerosos choques, pero este fue el único accidente verdadero. Lanzado oblicuamente contra la limusina de la actriz, el automóvil saltó sobre la baranda del piso elevado del aeropuerto de Londres y atravesó el techo de un autobús repleto de pasajeros. Los cadáveres triturados de los turistas, como una hemorragia del sol, aún yacían cruzados sobre los asientos de vinilo cuando una hora más tarde me abrí paso entre los técnicos de la Policía. Aferrada al brazo de su chófer, la actriz Elizabeth Taylor, con quien Vaugh había soñado morir tantas veces, permanecía aparte bajo las luces intermitentes de las ambulancias.
No es el colmo de la belleza literaria, pero tiene la fuerza del inicio de un viaje que nos llevará por rutas poco frecuentadas, gracias a su peculiar sensibilidad y su poética crudeza. En 1973. Y todavía hay autores que hoy pretenden epatar. Os dejo la portada de la primera edición y unas cuantas posteriores.
En 1996, uno de esos contados directores de cine que son capaces de transformar en celuloide cualquier libro que se le ponga por delante nos ofreció la película del mismo título. David Cronenberg obtuvo el premio especial del Jurado en Cannes por una obra magnífica, de ritmo tenso, cuajada de aciertos visuales. El reparto está al servicio de la causa y cumple sobradamente. La fotografía de Peter Suschitzky funciona como soporte preciso de las pretensiones del director. Howard Shore participa con su música del éxito estético.
Actores protagonistas en Crash
James Spader
(James Ballard)Holly Hunter
(Dra. Helen Remington)Elias Koteas
(Vaughan)Deborah Kara Unger
(Catherine Ballard)Rosanna Arquette
(Gabrielle)Peter MacNeill
(Colin Seagrave)
Deborah Kara Unger llena la pantalla en cualquier escena, desde el primerísimo primer plano hasta un simple plano medio. Una soberbia actriz, desaprovechada como tantas otras.
Y llega la pregunta esperada. ¿Cuál es mejor en su género, el libro o la película? Si me ponéis en el brete, diré que la película. No vi a Deborah entre las páginas del libro. Y os juro que la busqué.
29 enero, 2016 a las 2:57 am
Perturbadora película de Cronenberg. Como tantas otras suyas