Durante años fui un practicante del modo de vida sedentario que sació sus escasas ganas de viajar con la lectura de reportajes en prensa y la contemplación sosegada de documentales en televisión. Una visita a las islas Maldivas lo cambió todo.
Pocos viajes habrá más ajetreados que aquél. Perdimos la conexión en París, nos obligaron a una revisión del equipaje en Dubai, una de las dos maletas no llegó a Malé… Volamos de regreso con una tormenta de película, retornamos al aeropuerto de partida con un motor envuelto en llamas, nos hicieron dormitar durante horas en salas aisladas del mundo, nos entretuvieron en la primera escala, Colombo, programándonos un viaje que pasaba por Dubai, Amsterdam y París. En Dubai extraviaron el pasaporte, en Amsterdam nos hicieron correr por esos pasillos de yincana, en París…, en París se habían olvidado ya de nosotros. Y, sin embargo, el balance global fue tan positivo que decidí que mis tiempos de explorador habían llegado.
Después añadí al pasaporte recuperado diversos sellos de países de Europa, África y América. Semejante concatenación de vacaciones culmina en la elección final: nuestros días de jubilados los pasaríamos en Praia do Forte, un antiguo pueblo de pescadores relativamente próximo a Salvador de Bahía.
Por desgracia, no siempre las decisiones son acompañadas por ese conjunto de circunstancias que solemos denominar fortuna. En los últimos años, determinadas pruebas médicas se han convertido en el único remedio preventivo para evitar enfermedades de gravedad. Conclusión: jubilación nacional, sin riesgos físicos.
En 2006 visitamos Corralejo por vez primera. Nada que decir. Después, hemos vuelto hasta en 7 ocasiones. Al principio veníamos cuando la oportunidad de viajar fuera de España no se presentaba. Hoy en día programamos con notable antelación nuestras periódicas estancias de dos semanas. Corralejo es nuestro pequeño paraíso terrenal, cuajado de defectos y fealdades que coexisten con paisajes maravillosos. Volcanes que dejaron de serlo, dunas que lo serán por siempre, gaseosa sin calorías, pescados estupendos, temperaturas de 23 a 27 grados, viento para aburrir a un windsurfista y una tranquilidad que, como los granos arena, avanza sin desfallecer.
En Corralejo escribo, paseo y me detengo a admirar la cercana isla de Lobos. No hay sitio mejor para esa jubilación profesional, no literaria, que tanto ansío.
Véase en el plano alemán de Fuerteventura la punta de arriba, con Corralejo y Lobos
Nota: las fotografías y el plano han sido tomados de Internet. Están al alcance de todos.
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