No, no se trata de una de las desgracias marítimas del capicúa 2002. Calamar, la revista de creación literaria que Óscar Esquivias ha venido impulsando con tanto ahínco, ve en este diciembre su último número. El delito: Óscar alcanza la treintena; el castigo: le retiran la subvención pública.
Óscar Esquivias es mi amigo. Me honra con su amistad. Para aquellos que no tengan la fortuna de conocerlo, ofrezco el texto introductorio de ese último número del que os hablaba. En sus renglones se descubre mucho más que un epitafio. Está el propio Óscar, sin estridencia, con esa serenidad que supera aniversarios e impregna sus muchas virtudes, como escritor y persona.
Uno de mis libros favoritos es Un capitán de quince años, que leí cuando tenía justo esa edad. Todo se acaba y también la juventud: he doblado los años del protagonista de la novela de Julio Verne y los del lector que fui y esto, que no deja de ser una anécdota mínima, tiene una consecuencia inmediata: el capitán de este barco tiene que dejar de serlo. Calamar ha sobrevivido gracias a las ayudas para jóvenes del Ayuntamiento de Burgos y la Junta de Castilla y León. Estas instituciones y las Cajas de la ciudad tienen todo mi agradecimiento porque sin su apoyo la revista no habría existido. Ahora les toca a otros pelear estas ayudas y elegir su ruta y su tripulación: yo estoy muy orgulloso de la de Calamar y siento el mayor de los cariños por cada uno de los autores que nos han confiado sus páginas. Esta despedida, por tanto, es también un saludo; a los jóvenes que vengan les decimos: Bienvenidos, el barco es vuestro.
Óscar Esquivias
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