Pero es en 2002 cuando nuestro autor recibe el espaldarazo lite­rario. El editor Carlos Pujol, elogioso con su escritura, lo ficha para Destino —Grupo Planeta— y publica Lo que sé de ti. La novela recibió notable eco en la prensa nacional y regio­nal. Junio fue un mes de alegrías: el prestigioso Andrés Trapiello pre­sen­tó el libro, la Feria de Madrid fue benévola con el ínclito, la crítica no dio la espalda a la obra. Un lector le dijo, en una librería, que le había gus­tado lo que sabía de él.

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“¿Existe la dignidad en la derrota? Mis personajes la buscan”, aseguraba a primeros de mayo, en declaraciones a la agencia Efe.

Nosotros, también. El día 11 de agosto, Fernando García Cal­de­rón cumplía 43 años. Quisimos felicitarlo mostrándole nuestro progresos en esta breve pero afectuosa rese­ña. He aquí su reac­ción:

“¿A quién podría interesar un sujeto como el que ustedes pintan? Pongan un poco de sal y pimienta, hombre. Digan que escribo para reprimir mis instintos suicidas, que mis obras son tachadas de pornográficas en Chile, que ando a la gresca con Pérez-Reverte o con Muñoz Molina por un quítame allá esas pajas estéticas, que se me ha visto en Ibiza, con la top-model que protagoniza mi última novela. No sé, algo. Usen la imaginación, que para eso son periodistas”.

En fin. Desde ese momento indagamos para ampliar estas notas biográficas con jugosas reve­la­ciones sobre el sórdido mundo en que se desenvuelve este autor del que nadie diría, porque es falso, que nació en Sevilla en un agosto caluroso. Un frío polar, hacía.

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He aquí nuestro mejor descubrimiento:
García Calderón haciéndose pasar por el afamado Vernio de su novela, en compañía de una doble de la top-model Celia Forn.

Después, mal que nos pese decirlo, perdimos el rastro de Fernando García Calderón. ¿Nos dio esquinazo? ¿Huyó del mundanal ruido? ¿Se hizo monje tibetano? Indagaciones ulteriores en su círculo de allegados nos permitieron conocer la verdad. La marcha del editor —por razones personales, se le dijo siempre— con el que tan bien había congeniado desconcertó al autor. Desprovisto de su interlocutor natural, la preparación de la siguiente novela no alcanza las expectativas deseadas. Se refugia en su búnker privado, con los suyos, y abandona los ecos de sociedad y el flirteo con la aristocracia de las letras.

Germina en él la vieja idea de escribir un libro de relatos con su escritora favorita: su compañera, esposa y, sin embargo, amiga Eulalia Banda. Fueron meses de trabajo intenso, a cuatro manos, que culminan en diciembre de 2004. Sedimentos en un pantano no es un volumen de geotecnia.

“Partíamos con una ventaja: disponíamos de una producción suficientemente grande como para seleccionar el número fijado. Dedicamos bastantes meses a este cometido, descartando hasta llegar a un conjunto con armonía que, eso pretendíamos al menos, no fuese monótono ni en el fondo ni en la forma”, comentaría a la agencia Efe. “A los dos, en su concepción original, más que el ánimo de crear nos atraía el interés por recrear ese puñado de cuentos que formaban parte de nuestra -todavía breve- trayectoria literaria. Nos divertía introducir retoques en el ritmo, aplicar sutiles variaciones a los caracteres de algunos personajes, modular sus expresiones. En uno de los relatos hasta hubo que cambiar el sexo del protagonista”.

No se explayó en las explicaciones. Había vuelto, porque nunca se había ido, y punto. En declaraciones a la cadena Cope —agosto de 2005—, ambos escritores manifestaron al unísono habérselo pasado bien y haber quedado satisfechos con el resultado. Hemos sabido que, además, nuestro autor consideraba un éxito inestimable haber reforzado los lazos afectivos con Manuel Díaz Vargas —don Manuel y Manolo a un tiempo—, cabeza visible de la modesta pero prestigiosa editorial Alfar. Una editorial, sevillana por más señas, artífice de la publicación de su anterior libro de este género.

“Un trabajo artesanal, realizado con mimo, sin prisa, desde la ilustrativa y portentosa portada de Hammershoi hasta la más recóndita de sus tripas”, añadió García Calderón. Los paralelismos entre un título y otro superan los límites de la casualidad.

Las cuatro habitaciones

Las cuatro habitaciones

Ah, y una más de sus perlas, en esta oportunidad referida a la forma de tomar decisiones cuando se aúnan dos caracteres: “Defendíamos cada uno nuestra idea y decidía la mayoría”.

Antes, en mayo de 2005, su retorno a las raíces culmina en un desayuno en una afamada cafetería de Madrid próxima a la Biblioteca Nacional. No diré que estuvimos allí, pero tenemos información de primera mano sobre el encuentro de nuestro autor con Miguel Ángel Matellanes, editor de El hombre más perseguido. García Calderón ofrece entonces su novela más personal y un proyecto cargado de historia, humanidad y aventura. Poco tardan en ponerse de acuerdo, sin regateos por el montante del anticipo ni nada. Las dos obras se programan para 2006. ¿Un tanto precipitado? “No hay tiempo que perder”, responde con ese brillo en la mirada que tanta fama le diera.

Norte rostro 2

Basta con observar la sonrisilla nerviosa de la foto para comprender la excitación del momento.

La primera de las novelas contratadas —La noticia es su título— fue presentada en Sevilla el 28 de marzo, encadenando entrevistas en prensa y radio. Allí estuvimos. El País, ABC, El Correo de Andalucía y El Mundo, entre otros, se hicieron eco de la visita. Unas horas de gloria, en este caso, que el autor digirió bien, más sentimental por volver a casa que envanecido.

En el tren de regreso tuvimos la oportunidad de entrevistarnos con él. Afable, alabó nuestra insistencia —de varios años ya— y prometió facilitarnos la tarea. Cumplió. Hasta nos abrió la puerta de su cuarto de trabajo y nos invitó a pasar. De uno en uno, eso sí, porque mejor no hablar de las proporciones. El despacho resultó ser la caja de cerillas más repleta del mundo. En unos escasos doce metros cuadrados se arraciman 750 DVD, 400 cintas VHS, 1650 CD, un buen porcentaje de los 3.000 libros que se reparten por toda la casa y sus carpetas y papelajos. El sueño, o la pesadilla, de cualquier aficionado a las artes y las letras. En las fotos, hechas a escondidas, se aprecia la dimensión del asunto.

Despacho 22 Despacho 12

Aquella tarde de luz crepuscular —naranja— llovieron las frases off the record.
Tan jugosas que nos planteamos abandonar el periodismo gratuito para adentrarnos en el nutritivo mundo de las exclusiv…