Hoy, por vez primera, el Giro de Italia ha dado comienzo en Jerusalén. En días pasados, Israel reconoció a Gino Bartali con la concesión honorífica de la nacionalidad. Anteriormente, en 2013, le había sido otorgado el título de «Justo entre las Naciones», figurando en el Jardín de los Justos del Yad Vashem, institución constituida para homenajear a las víctimas del Holocausto.

Gino Bartali ha pasado a la historia del ciclismo por derecho propio. Italia vivió durante años, enfebrecida, sus triunfos y su rivalidad con Fausto Coppi. Uno representaba la fe católica, el mundo rural, la derecha; el otro, la ciudad, el lujo y, aunque parezca paradójico, la izquierda. Repasemos sus éxitos.

Bartali (nacido en 1914)

  • Giro: 1936, 1937 y 1946     //      Tour: 1938 y 1948

Coppi (nacido en 1919)

  • Giro: 1940, 1947, 1949, 1952 y 1953     //      Tour: 1949 y 1952

Italia se dividió en dos, partidarios irreconciliables, hasta que se difundió una imagen que simboliza lo mejor del deporte.

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La discusión entre aficiones rivales se centró en quién le ofrecía el bidón de agua a quién. Coppi, delante; Bartali, detrás. Una instantánea para la posteridad, tomada en el Tour de 1952, en plena subida al mítico Galibier. Carlo Martini, uno de los fotógrafos que cubren la carrera, toma la imagen. Al día siguiente la portada de la Gazzetta dello Sport conmociona Italia. Los dos dioses del ciclismo, los grandes rivales, muestran humanidad en medio de sus encarnizados enfrentamientos. Ambos serían amigos, amigos de verdad, para desilusión de revanchistas y desabridos.

Antes, mucho antes, Bartali había sido el héroe deportivo que los anales recuerdan. El mismo que, tras ganar el Tour de Francia del año 38, se negó a ofrecerle el triunfo a Mussolini.

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Bartali no lograría más victorias porque la guerra lo impidió. Pero, durante ese largo lapso, hizo mucho más que seguir entrenando para preparar un futuro incierto.

Ahora que escribo una novela sobre cazanazis y constato la penosa actuación de personalidades de la Iglesia en la fuga de criminales de guerra, es oportuno sacar a colación a Gino Bartali y al obispo Ellia Dalla Costa. Éste ideó un plan para salvar al mayor número de judíos posible en plena Guerra Mundial. Un plan que necesitaba de un hombre como Bartali.

Durante prácticamente un año, el ciclista pedaleó semanalmente los 175 kilómetros que separaban su hogar del Monasterio de Asís, donde el deportista dejaba los documentos falsos para que fueran repartidos. Gino los escondía dentro del hierro hueco del cuadro de su bicicleta y debajo del sillín. Muchas veces se cruzó con controles policiales, tanto italianos como alemanes, pero ¿quién iba a dudar de un héroe nacional? Los agentes que se topaban con Bartali lo reconocían y acostumbraban a saludarlo con respeto; era uno de los hombres más famosos de Italia. El ciclista realizó sus rutas semanales hasta prácticamente el final de la era Mussolini, en 1945. Se calcula que sus pedaleos por los caminos de la Toscana ayudaron a salvar la vida de ochocientos judíos.

Bartali jamás contó lo sucedido. La casualidad quiso que su familia lo descubriese muchos años después, cuando él ya había fallecido. Su ética personal no le permitió alardear de su gesta.  Un verdadero héroe. Mi héroe.