En efecto, el 31 de agosto se descubre el primero de los cinco asesinatos canónicos de Jack el Destripador. Diversos medios periodísticos se han hecho eco de tan singular efeméride.

Entre ellos, destacaría el artículo de José Luis Espinosa para ABC titulado «¿Es Jack el Destripador una de las grandes mentiras de la historia?«. Sus argumentos son, sin duda, conocidos:

  • Hubo un buen número de asesinatos a cuchillo en aquellos meses.
  • Existe confusión sobre la autoría de los anónimos que se difundieron.
  • Son tantas las teorías que parece factible dudar de todas. Una de ellas conduce al pintor Walter Richard Sickert, famoso por su afición a los sórdidos locales de Whitechapel y por su inclinación a pintar escenas de violencia desaforada. Suya es la obra La alcoba de Jack el Destripador (1907), de la que se ofrece un fragmento en la cabecera de esta entrada.
  • El mito de Jack es creado por la prensa de la época, deseosa de vender ejemplares.

Parafraseando a Baudelaire, podríamos concluir que la mayor argucia del diablo Jack es hacernos creer que no existe. No será este autor, en consecuencia, quien acalle las voces que proclaman «Yo también fui Jack el Destripador«.