Anoche vi imágenes de la tragedia. Conozco Maldivas, he pasado por Sri Lanka e imagino más allá de lo que mis ojos contemplan. Imagino el edén del que soy expulsado. Vuelvo atrás y pienso en todas esas personas —mujeres y niños en su mayoría— que yacen entre los restos del más grande naufragio. El naufragio que acontece en tu propio hogar, mientras trabajas, juegas, te quejas o descansas. No sólo el hombre mata hombres.

Ante una catástrofe, el escritor deja de mirarse el ombligo y cuestiona. Se cuestiona. Qué pinta un escritor en un mundo como éste.

Después, angustiado, me pongo a escribir.