Podría decirse que nací con el deseo de convivir con un robot, sin importarme su tamaño, color y nacionalidad. Hijo único, aficionado a la lectura, pronto tuve a mi alcance un libro con hermosas ilustraciones que contaba la historia de un humanoide extraordinario. Viajaba por la Vía Láctea resolviendo entuertos. El instinto me hizo añorar un futuro en que mi fantasía se convirtiese en realidad.

Hoy, canoso, celebro el comienzo del año 2017 con la firme convicción de que éste será el esperado. Anclado en la cincuentena, aguardo con ansiedad la noche de Reyes. Tengo el pálpito de que esta vez sí que se cumplirá lo solicitado en mi carta. Llevo tantos lustros portándome bien que ya toca.

¿O no?