Acabó el 2006 y la mirada literaria hacia atrás deja un sabor de boca estupendo —remarco lo de “literaria” porque por desgracia no se puede generalizar—. No es fácil, en los tiempos que corren, publicar dos libros en un mismo año. Algaida y su editor, Miguel Ángel Matellanes, lo han hecho posible.
La noticia cubrió con creces mis expectativas. Con ella, hubo momentos para la emoción desde el ya lejano marzo hasta el más reciente octubre.
La judía más hermosa floreció en diciembre, tras su salida al mercado y la noticia —no es un juego de palabras— difundida por la agencia Efe. Desde entonces, han sido numerosos los lugares en que ha encontrado eco. Prensa de todo el país, radios, televisiones y hasta catálogos de regalo navideño han hablado de Susana de Susón, la fembra más fermosa de la Sevilla de finales del siglo XV. Mucho y bueno han visto estos ojos en esos meses. Las visitas y contactos, de un modo u otro, me transportaron a Valladolid, Valencia, Sevilla, Murcia, Madrid, Burgos, Bilbao, Barcelona… y los rincones de mi modesta pero útil página web. En todas partes me he sentido agasajado y cómodo. Vosotros, lectores, habéis vuelto a mostrar vuestro cariño.
Dicho esto, freno mi ego y aprovecho el momento para rendir homenaje a personas concretas relacionadas con mi profesión de escritor, que es como decir mi vida, y con este año sin par. Es siempre un acto arriesgado, por las involuntarias ausencias. Aun así, sabedor de la comprensión y generosidad de cuantos me importan —ellos me disculparán—, allá voy:
- Araceli Simón, sin cuya personalidad y aliento no habría sido posible La noticia. Comienzo por ella. Araceli sabe por qué.
- Ana Mendoza. La letra efe y su cálida voz están grabadas en mi pecho, marcándome.
- Asier Muniategi, extraordinario amante de los libros, que me regaló su compañía y su brega en mi primera visita literaria a Bilbao.
- Care Santos, alma máter de ese hermoso compromiso llamado La tormenta en un vaso.
- Charo Alonso, mi impagable librera. A ella debo momentos inolvidables en mi Valladolid del alma.
- Emili Fuster. Cuando la química surge en un diálogo entre dos lenguas afines, que no necesitaron diccionario.
- Fernando García Haldón. La televisión puede ser íntegra, divulgativa y amena.
- Gregorio León, concienzudo en sus preguntas, delicioso en el trato.
- Manuel Pedraz, que brindó su apoyo en circunstancias familiares muy adversas.
- Modesta Cruz. Su ojo crítico me sedujo con un sencillo guiño de afecto.
- Nuria Lupiañez y su Édere, que miman al autor con serena eficacia y profesionalidad sin límites.
- Óscar Esquivias. He aprendido de él, he disfrutado con su compañía. La literatura y la humanidad también ofrecen estos prodigios.
- Pilar, periodista de ABC en Sevilla, que perdió el apellido con su meticulosidad y sus ganas de honrar el trabajo ajeno.
- Santiago Belausteguigoitia. Nunca una entrevista tuvo tanto de nosotros mismos.
- Victoria Martín Niño. A veces la amistad se fragua en una frase, en una mirada, en un gesto. Victoria derrocha detalles amistosos.
Ya embalado, prosigo: Alejandro Luque, Alejandro Oviedo, Aurelio Verde, Biba Soussana, Cristóbal Cervantes, Elena Sierra, Jaime Rodríguez, Javier Gregori, Javier Ors, Javier Puebla, Joaquín Arnaiz, Jorge y Laila, Juan Manuel González, Manuel Quiroga Clérigo, Miguel Lorenzi, Óscar Gómez, Rocío Gómez, Teresa Peces, Xabier Lapitz…
Añado esos sufridos familiares que escuchan y leen, leen, leen…
Y, en un paroxismo solo comparable al del Almodóvar que no se deja arrastrar por Antonio Banderas en la recogida del Óscar, dejo para el final otro Óscar: Oliveira. Imaginad el mejor jefe de prensa, el mayor enamorado de los libros, el mejor amigo de sus amigos, la mejor persona. Intentad ahora meter esos cuatro sujetos en la piel de uno solo y ponedle un teléfono móvil en cada mano. El resultado se parecerá, aunque todavía de lejos, al señor Oliveira. Tantas son sus virtudes que es difícil quedarse con una. Yo apuesto por la que más nos acerca a los niños y, en consecuencia, más cuesta hallar en un adulto: el entusiasmo.
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