En una época en que hemos hecho del reciclaje nuestro modo principal de contribuir al sostenimiento de la naturaleza y sus ricos elementos, da gusto ver cómo esta tesis puede llegar tan lejos como se desee.
Hemos visto, en películas y documentales, antiguas iglesias convertidas en discotecas o, en el mejor de los casos, en centros de exposiciones. La lectura de dos artículos
Javier Pastor [Xataca, 12 de marzo de 2018]
M. Victoria S. Nadal [Retina, 30 de marzo de 2018]
me ha permitido entender la bondad funcional y estética que representa acondicionar un monstruo del cálculo en una capilla fuera de servicio.
La capilla en cuestión es la de Torre Girona, levantada en la finca del que fuera alcalde de Barcelona en la década de los 70 del siglo XIX —de hecho, debe su nombre al apellido de éste— y desacralizada en 1985. Fue sede del rectorado de la Universidad Politécnica de Cataluña y hoy en día alberga el supercomputador MareNostrum 4.
En realidad, acoge el denominado Barcelona Supercomputing Center – Centro Nacional de Supercomputación (BSC-CNS), que da servicio a investigadores de toda Europa. Su versión 4 lo ha situado entre los más competentes del planeta, ocupando el puesto 16 en la lista TOP 500 que se publica periódicamente. Trabajos de informática pura, biología, medicina, química, meteorología o ingeniería encuentran el auxilio para el cálculo de MareNostrum.
modelos para predecir la dispersión del polvo del Sáhara, que modifica la agricultura de Almería o las Islas Canarias y afecta a las personas con dolencias pulmonares.
Pero no queda ahí la cosa, MareNostrum no sólo es inteligencia. También, según parece, belleza. La instalación ha recibido la designación de «supercomputadora más bonita del mundo», concedida por la plataforma global de información sobre centros de datos DatacenterDynamics y elegida por profesionales del ramo.
Una hermosa forma de reciclaje que permite un guiño, un oxímoron divertido, al acercar fe y ciencia en el espacio común más insospechado.
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