De todas las películas de vampiros que me he chupado en mi corta vida, ahora,  a bote pronto, destacaría el decálogo siguiente:

  • Nosferatu  [1922]  F.W. Murnau
  • Drácula  [1931]  Tod Browning
  • Vampyr  [1932]  Carl Theodor Dreyer
  • El baile de los vampiros  [1967]  Roman Polanski
  • Nosferatu, el vampiro de la noche  [1979]  Werner Herzog
  • Los viajeros de la noche  [1987]  Kathryn Bigelow
  • Drácula de Bram Stoker  [1992]  Francis Ford Coppola
  • Sangre fresca  [1992]  John Landis
  • La sombra del vampiro  [2000]  E. Elias Merhige
  • Déjame entrar  [2008]  Tomas Alfredson

Hoy he recibido una llamada telefónica que me recordaba el aniversario del asesinato de Sharon Tate. Fue el 9 de agosto de 1969. La llamada era de un viejo amigo que no ha olvidado la lata que le di tras ver El baile de los vampiros. Éramos adolescentes y cinéfilos, la combinación perfecta para embelesarse con esa película y esa mujer.

 

Contornos (093) El baile de los vampiros (es)

Contornos (093) El baile de los vampiros (en)

Contornos (093) El baile de los vampiros (ja)

 

Una sola escena, la del baño de Sara en la alcoba de Alfred, bastaría para quedar prendado de Sharon Tate. Su belleza, el cóctel imposible de inocencia y sensualidad que despliega, su pudoroso impudor, su gesto al percatarse de que la nieve cae sobre ella… constituyen la esencia de la fantasía adolescente, nocturna y alevosa.

Una sola película, El baile de los vampiros (The Fearless Vampire Killers) bastaría para sentir afinidad por el cine de Roman Polanski. Nadie habría dirigido mejor que él la escena susodicha. Estaba enamorado de Sharon. Deseaba que se viera en la pantalla en todo su esplendor. «Sí, esta mujer hermosa, tremenda, sale con este tipo narigudo, de aspecto escuchimizado. ¿Qué pasa?».

 

Contornos (093) El baile de los vampiros. Tate

Contornos (093) Sharon Tate

 

 

 

 

 

 

 

Sharon Tate fue apuñalada dieciséis veces. Se hallaba en el último periodo de su embarazo.  Cuatro adeptos de Charles Manson, débiles mentales y débiles de corazón, irrumpieron en su casa de Bel Air y mataron a todos los presentes. La estupidez humana llevada a la violencia extrema. Más tarde confesarían que se trató de un error. Buscaban al promotor discográfico Terry Melcher, hijo de Doris Day, que había rechazado una cinta de Manson.

De los errores también nacen los mitos. Si la pobre Sharon Tate no hubiese muerto, ahora tendría más de setenta años y no estaría detenida en mi memoria, repitiendo una y otra vez el baño de espuma que la elevó a ese lugar privilegiado de mi obtusa mente juvenil.