Nacho Go y su Planeta Eris vuelven a mostrar su generosidad con este autor en una larga entrada del blog de libros que tantas alegrías me ha dispensado.

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Esta vez el orgullo cede protagonismo a la información y reproduzco el epígrafe que Nacho denomina Mis impresiones por sus interesantes aportaciones personales, en las que se aprecia la auténtica dimensión de un lector-crítico con cuyas ideas y sensibilidad sobre lo que debe ser una novela de corte histórico me identifico.

 

Vuelve el siempre sorprendente Fernando García Calderón con un libro dedicado al escritor Diego de Torres Villarroel. Si me sorprendió dando otra nueva visión al caso de Jack el Destripador, me absorbió conocer la interesante vida de Juan Ángel Santacruz, ahora nos llega con este fascinante y culto de nuestro siglo XVIII, un hombre contradictorio entre bohemio y burgués.

García Calderón nos trae con su habilidad especial y su increíble manejo del lenguaje a un personaje políticamente incorrecto. Un hombre que fue capaz de poner negro sobre blanco sus vida y sus sentimientos, alguien que escribió en el prólogo de la obra Correo del otro mundo de 1725: “yo no escribo para que aprendas, ni te aproveches, ni te hagas docto, pues a mí, ¿qué se me da de que tú seas estudiante o albañil…? Yo escribo porque no tengo dinero ni dónde sacarlo“. Un auténtico vendedor de best-sellers antes de que se inventara el concepto.

Pero centrémonos en el libro. La novela está estructurada como un relato de aventuras y de investigación. El personaje principal, Martín Tadeo de Salvatierra, se deja guiar por un personaje muy misterioso, una especie de diablo cojuelo que le permitirá descubrir el secreto de Torres. De esa forma conoceremos también las costumbres de la sociedad.

El momento clave de la historia es el año 1790 y todo lo sucedido en España para evitar que la Revolución Francesa se extendiera también por la península. Algo que explica mucho cómo llegamos a ser lo que somos.

Esta es una gran novela histórica. García Calderón maneja el lenguaje como pocos escritores. En este caso particular parece poseído por el espíritu de Quevedo, tan admirado por Diego de Torres. Recoge el lenguaje y las formas de la época, actualizándolas al mismo tiempo. No se trata de una visión histórica alejada, desde el punto de vista actual; sentimos como si el escritor estuviera inmerso en la época y la novela saliera de ahí exactamente. Me explico, no me gusta leer novelas históricas con digresiones que parecen tomadas directamente de la Wikipedia. Desde luego ese no es el estilo del autor. Imaginémonos unos lectores dentro de 300 años que lean una novela histórica de situada en el año 1998 y cuando describe las acciones del personaje que cambia de canal el televisor meta un parrafazo explicando lo que es un mando a distancia; algo que no me atrae.

García Calderón escribe novela histórica como si fuera un contemporáneo. Da lo mismo que sea en Whitechapel en el XIX o Salamanca en el XVIII. La solvencia del autor está fuera de toda duda. Quizá sea un agente del Ministerio del Tiempo y pueda viajar a todas estas épocas y de ahí su pericia, pero, mientras eso no se demuestre, considero a este autor uno de los mejores de este tipo de literatura. Como dice Amodeo, el personaje burlador, remedando a Quevedo: “No conviene mostrar la verdad desnuda, sino en camisa”. No me cabe duda que este escritor sabe vestir los hechos de una forma muy enriquecedora.

Os animo a que conozcáis a don Diego de Torres Villarroel “a la busca de la holganza y el conocimiento con mujeres y libros sin reputación”. Un viaje fantástico sin descanso tras las pistas del Gran Piscator de Salamanca.

Fernando García Calderón es un literato que no vive de la literatura, pero que vive la literatura como pocos. Que la diosa fortuna guarde a don Fernando muchos años, como se lo ruego y nos importa.

 

Que esa esquiva diosa guarde muchos años a Nacho Go, a Lourdes y a todo su Planeta Eris.