Según informa Algaida Editores, el próximo día 14 saldrá a la venta el nuevo libro, titulado Para olvidar quién fuiste.
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Según informa Algaida Editores, el próximo día 14 saldrá a la venta el nuevo libro, titulado Para olvidar quién fuiste.
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La llamada Colección Masaveu es el resultado de generaciones de entusiastas del arte, con posibles para adquirir pinturas de numerosos autores, estilos y épocas.
En la actualidad, esa afición se materializa a través de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson, fundada en 2006 y dedicada a la promoción de la cultura, la formación y la investigación. Acaba de inaugurar un precioso edificio en la calle Alcalá Galdiano de Madrid.
Desde el 4 de octubre, y hasta el 31 de diciembre de 2020, la fundación ofrece una selección de 117 obras de pintura española del siglo XIX, comenzando por Goya y alcanzando nuestro valioso modernismo. Una exposición recomendable, que he visitado con placer y he disfrutado enormemente gracias a unos cuantos cuadros que merece la pena contemplar con detenimiento.
Os dejo unos cuantos de mis favoritos.
Rusiñol · Interior con figura femenina
Sorolla · Mi mujer y mis hijas en el jardín
Hay mucho tiempo para no perdérsela. Mi propuesta es acudir a verla cuanto antes y repetir transcurridos unos meses. Os aseguro que siempre hallaréis un nuevo lienzo con el que embobarse.
La exhibición de Pink Floyd que he visitado en Madrid, en el Espacio 5.1 de IFEMA, es más una atracción de feria que una exposición sobre la obra de este grupo, fundamental en la historia de la música del siglo XX.
Existe el clásico fetichismo que se entretiene en los objetos más nimios que han pasado por las manos de los miembros de Pink Floyd, desde luego, pero se regodea hasta el exceso en los artificios de grandes proporciones empleados en las giras de la banda.
Una exposición, en suma, más orientada a la imagen que al sonido. Poco sobre los entresijos que dieron origen a una discografía eterna, nada que sorprenda en las facetas relativas a la música. Apenas queda en mi recuerdo el deseo que sentí de romper alguna que otra vitrina y tocar con mis manos temblorosas una de las Fender Stratocaster de Gilmour. Y, teniendo en cuenta el precio de la entrada —19,90 euros—, quizá semejante locura debiera considerarse un delito muy, muy menor.
La semana pasada, el día 20, Christie’s llevó a cabo la subasta de guitarras más importante que se ha efectuado nunca: la colección del mítico David Gilmour, formada por 126 instrumentos.
Ha sido en Nueva York, y el resultado de tan singular evento se refleja en los 19.035.147 euros pagados por los admiradores más pudientes del músico. Casi nada.
El momento álgido de la subasta llegó con la famosísima «Black Strat», la Stratocaster de 1969 que dio un sonido inconfundible a los álbumes The dark side of the moon y Wish you where here. Fue adquirida por más de tres millones y medio de euros. Preguntado por ella, Gilmour relató a la revista Rolling Stone que la compró en 1970, en un establecimiento de la calle 48 —Nueva York— llamado Manny’s.
En enero de este mismo año, Gilmour declaró que la guitarra había sufrido docenas de modificaciones, incluido el cambio de mástil, pero que jamás cambió de color. Siempre fue negra.
El evento, diría que único en su género, tuvo lugar el Rockefeller Center de Nueva York. Los compradores, el día que piensen que fueron idiotas por pagar una gran suma por cada una de esas guitarras usadas, podrán consolarse pensando que el dinero fue empleado en la ayuda a personas necesitadas de todo el mundo.
Los sonidos de David Gilmour son ya historia, reconocidos por millones y millones de aficionados repartidos por los cinco continentes. La dimensión de su música es, definitivamente, comparable con la envergadura de una acción benéfica que ha causado sorpresa. Pero, siendo realistas, David no necesita ese centenar y pico de guitarras. Entre sus dedos, cualquiera, por mala que sea, emitirá las notas que avivarán nuestra emoción.
Asistir a una presentación organizada por o para José Luis Esparcia siempre es un impagable acontecimiento cultural. Junto a él se dan cita personajes maravillosos que representan nuestra historia más reciente, plena de lucha contra dictaduras, adocenamientos e indiferencias.
José Luis es fuerza viva de nuestra literatura y de muchas cosas más, siempre dispuesto a echar una mano —las dos— por una causa noble, ya sea ésta reivindicar la figura de un poeta o dar eco a la voz que soporta el injusto olvido.
Por eso, cuando es él el protagonista de un acto, los muchos agradecidos entre los que me encuentro acuden a pasar uno de esos ratos de camaradería auténtica, coronados por uno de sus vibrantes poemas o por una canción entrañable, abriendo la puerta del pasado para que corra el aire hasta convertirse en viento de la verdad.
El último de estos ratos ha sido esta tarde y su emoción permanece en los ojos y los labios de este escritor que presume de ser isla cuando agradece mudar, siquiera por unas horas, en península. He acabado rendido, y no precisamente por el cansancio o el calor de este Madrid de tiempo inestable.
Antonio Hernández puso el reconocimiento al poeta Esparcia; éste respondió desde la sensatez, para acabar derrochando la energía de quien habla y recita con el corazón; Pablo Guerrero sustituyó la garganta de antaño por una nueva, débil pero hermosa, sensible y digna.
Nacerán poemas nuevos, alondras
en los árboles donde crecen las ramas
de ejércitos armados por las rosas.
Un amigo en cada esquina y en cada
rostro la igualdad, es el camino ahora
que en la solidaridad brilla y anda,
pues no tiene edad el sol que la nombra
Diario de abril versa sobre los duros antecedentes, el resplandor pleno de triunfo representado por el número 25 y los inevitables consecuentes de la Revolución de los Claveles. Y lo hace en español y en portugués. José Luis Esparcia, ferroviario, escritor y amigo, se ha ganado con creces el tropel de elogios que recibe.
© 2023 Fernando García Calderón
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