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Insomnio, de Victoria Bernardo García

Victoria Bernardo García (Palencia, 1991) ha ganado el IV Premio Manuel Díaz Vargas para autores noveles por la obra Insomnio. Licenciada en Físicas por la Universidad de Valladolid, se encuentra realizando su tesis doctoral en la misma Universidad. Es autora de relatos reconocidos en distintos concursos literarios. Su mano y su pluma figuran en la imagen de cabecera.

El galardón concedido por Ediciones Alfar consiste en la publicación de la novela en la colección Biblioteca de Autores Contemporáneos de la editorial. El premio cuenta con el apoyo de la Red Internacional de Universidades Lectoras, del Master de Escritura Creativa de la Universidad de Sevilla y la Fundación Cruzcampo, habiendo sido creado en homenaje a don Manuel Díaz Vargas. En esta convocatoria se han recibido casi 250 manuscritos procedentes de España, Cuba, Argentina, Colombia, Chile, Austria, Francia y Estados Unidos.

Según el jurado, «Insomnio es una obra deudora de la mejor narrativa europea de comienzos del siglo XX, centrada en el ser humano y su lucha entre la moral y el instinto. Goza de una estructura sólida, una prosa ajustada al tono del relato y un personaje central que, marcado por un acontecimiento extemporáneo y la consiguiente pérdida del sueño, se ve impelido a cortar la amarra de la lógica para dejarse arrastrar por la corriente turbia de los sentimientos más primarios. Insomnio es una fábula sombría, carente de moraleja”.

Suscribo, como miembro del jurado y participante en sus deliberaciones, esta percepción de un texto que he leído y releído en un lapso de pocos meses. Con el buen hacer de Alfar en las galeradas y edición de la novela, tendremos una obra de la que mi querido Manolo se sentiría orgulloso.

El libro será presentado el próximo 26 de octubre en un acto a celebrar en la sede de la Fundación Cruzcampo. Mi enhorabuena a la autora.

Entrega del IV premio Manuel Díaz Vargas

Victoria Bernardo García ha recogido hoy el premio del IV concurso de narrativa que organiza Ediciones Alfar en honor a nuestro añorado Manuel Díaz Vargas.

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Fundación Cruzcampo y Ediciones Alfar tienen el gusto de invitarle

La presentación oficial de la obra ganadora del IV Concurso de Narrativa Manuel Díaz Vargas se celebrará en Sevilla, el próximo 26 de octubre, a las 20 horas.

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Gato ha muerto

Ayer, sábado de abril, pasó a mejor vida Leandro Barbieri. Muchos jóvenes ignorarán la noticia porque ni siquiera saben que Barbieri, alias Gato, era músico. Saxofonista y compositor. Tenía más de ochenta años, se encontraba en la inexcusable decadencia física, no sacaba una obra desde hacía más de una década… Da igual que publicase más de treinta discos, que ofreciese un sonido original, distinto e inconfundible, donde la palabra «jazz» se aunaba, sin dolor, con esa vasta región de músicas que es Sudamérica. No era, como se dice hoy en día, un artista mediático.

 

Contornos (129) Gato

 

Muchos de esos mismos jóvenes desconocen, culpablemente, el verdadero significado de la película El último tango en París. Han oído hablar de alguna escena escabrosa, de la fama que alcanzó en una época en que películas singulares se proyectaban en salas que llamaban «de arte y ensayo». Bernardo Bertolucci ensayó una forma de arte yendo más allá de las imágenes que representan todos esos fotogramas que pasan por delante de nuestros ojos como centellas para crear una forma de expresión que invadía, con tanto acierto, la literatura.

Hubo un tiempo en que Gato Barbieri sí era mediático. El último tango vio la luz en 1972. Él había compuesto la música y tocado sus temas. Y su trabajo encajaba como un guante en el guión de Bertolucci y Arcalli, en la fotografía de Storaro y la interpretación de Brando, creando una de las más rotundas bandas sonoras de la historia del cine. Fue encumbrado y pudo convertir en disco lo que le vino en gana. Conoció la fama en grado superlativo.

 

Contornos (129) Tango en Paris BSO

 

Nada de eso, sin embargo, debió importarle mientras se dirigía a tocar, por última vez, en el club Blue Note de Nueva York. Fue el 23 de noviembre del año pasado.

Murió de neumonía, haciendo honor a sus pulmones de gran soplador. «Hoy hemos perdido a un icono, a un pionero y a un amigo querido», dijo el club en un comunicado. Muchos jóvenes no se han enterado ni se enterarán. Y qué importa. Algún día serán calvos, divorciadas o presidirán un consejo de administración. Por casualidad, en medio de un cóctel, oirán unas notas que se aferrarán a sus entrañas, activándoles ese órgano atrofiado del que nace el sentimiento. Preguntarán por eso que suena.

Es Gato, les contestarán. Entonces, y sólo entonces, estarán preparados para ver y escuchar El último tango. Nunca es tarde para vivir esa experiencia.